lunes, 5 de agosto de 2013

DRACHENFEST 2013 -POR RAFA GIMENO-

  El 21 de Julio partimos hacia Alemania, a una pequeña localidad llamada Diemelstad, la cual acoge este año el mayor evento de rol en vivo y soft combat de Europa,  el Drachenfest .

  Y como M’anime es una gran familia de locos, un solo miembro representa al conjunto, así que un servidor en representación de toda la asociación narrará los acontecimientos que allí sucedieron. 


  Tras 24 horas de autobús, unos 30 españoles de todos los rincones de la península (gallegos, catalanes, madrileños, zaragozanos, valencianos...) descargamos nuestros bultos, equipajes y armas de gomaespuma en una llanura verde rodeada de frondosos bosques. Estábamos en el Drachenfest, y solo restaba montar el campamento y asentarnos. Nosotros seríamos, una vez caracterizados y asentados, los miembros del Tercio Viejo de Espinosa, con el favor de su majestad de las Españas.



  Estábamos en el campamento Azul casi todos los españoles que habíamos viajado en el bus. Dicho campamento se caracterizaba por estar ligado al mar, y sus habitantes, unas 200 personas si no más, eran piratas, soldados ingleses y los tercios viejos de España. Todos conviviendo en el campamento Azul, el llamado campamento Libertad.

  Pero hay muchos más campamentos en los varios kilómetros que rodeaban el pueblo central (compuesto por tiendas de armas, una gran taberna, tiendas de comida y bebida…). Tras las murallas del campamento Azul se extendían unas colinas y verdes llanuras que acogían el resto de habitantes del Drachenfest, casi 6000 personas. Se repartían en los campamentos Negro, Plata, Rojo, Cobre, Gris, El Caos, Los orcos, Las Tribus, Verde, Dorado… y cada campamento tenía unas características y  personalidad.





  El Azul, el mar y la libertad. El campamento Rojo eran soldados que amaban la Guerra. El Verde era compuesto por elfos del bosque y criaturas mágicas que amaban la tierra. El Negro, hechiceros oscuros, el Dorado, inquisidores al servicio de la iglesia y el  bien mayor, el Gris, magia y conocimiento, los Orcos, belicosos, estaba formado únicamente por pnj… y así cada campamento era único, tenía sus reglas y sus tradiciones, y se relacionaba o no con el resto según alianzas o enemistades que iban confluyendo durante el juego.

  Cada campamento tenía a un jefe supremo, los llamados Avatares. Estos eran pnj, y representaban Semidioses a los cuales cada campamento veneraba y obedecía. El nuestro era el llamado Avatar de la fiesta, su trono estaba en un lugar privilegiado de la Taberna y rodeado de piratas. Tenía el aspecto de un hombre pez y siempre estaba acompañado de sirenas.

  Así pues, una vez familiarizados con los campamentos, establecidos ya en nuestra parcela, con las tiendas montadas, el día 24 de Julio por la noche tuvo lugar la ceremonia de apertura y desde ese momento empezaba el Drachenfest oficialmente. 24 horas de rol, ininterrumpidas, despidiéndonos de todos los elementos del siglo XXI, y nos trasladamos a la edad fantástica del Drachenfest: Soldados medievales, centuriones romanos, guerreros elfos, piratas…

  Y nosotros, los tercios españoles, empezamos esa misma noche. Así empiezan las aventuras del Tercio Viejo de Espinosa, relatadas en prosa para el disfrute de los lectores.



De lo que aconteció a los tercios españoles en el Drachenfest: Crónicas de libertad.

  Cayó la noche en las verdes tierras fantásticas que nos rodeaban y nos dirigimos al círculo de rituales, en donde las piedras mágicas en forma de dragón serían testigo de todo el poder de los Avatares. Allí se desplazaron todos los demás campamentos, ansiosos por rendir tributo a sus pérfidos Avatares. Cuando ya estábamos formando frente al gran círculo, rodeados de los malolientes piratas que nos acompañaban, y con miles de otros fulanos de los demás campamentos, unas luces mágicas y un humo extraño surgieron del círculo. La ceremonia estaba a punto de empezar. Y yo, Iñigo Montoya, me sentía extrañamente inquieto.

  Entonces apareció nuestro Avatar en todo su esplendor, el Avatar del campamento Azul, el Avatar de la fiesta, de la libertad. Se aproximó a las filas de sus seguidores que allí le vitoreábamos y hizo lo que ninguno de los demás semidioses se plantea siquiera hacer, se arrodilló ante nosotros. Nuestros hombres explotaron en aplausos, gritos y coreamos “campamento Azul” hasta quedar afónicos. Entonces llegaron los demás Avatares. Según el protocolo, si un Avatar se inclina ante otro en una reverencia, significa que durante la contienda estos serán neutrales entre si. Si hay una reverencia y además se dan la mano o se abrazan, estos Avatares serán aliados. Si en cambio se ignoran o se apuntan con las armas, claramente serán enemigos.

  Así que puedes imaginarte, querido lector, la furia que despertó en nuestros corazones el hecho de que el Avatar del Caos hiciera su aparición y obligara a arrodillarse a nuestro Avatar a la fuerza ante él. Así concluyó la ceremonia, las luces se apagaron y el humo se disipó, y corrimos a nuestro campamento. La veda estaba abierta, se acababa la tregua, y ya podía haber combates abiertos en aquella tierra conocida como Drachen.

  Aunque la afrenta estaba hecha y el odió al campamento del Caos era absoluto, lo primero era lo primero. Necesitábamos dinero. La moneda que funcionaba en aquella tierra perdida de la mano de dios eran los cobres, platas y oros. Cada uno de los hombres del tercio teníamos unos pocos cobres que atesorábamos con avaricia, pero las arcas comunales del campamento del tercio estaban prácticamente a cero, así que necesitábamos dinero rápido, y esa noche haríamos lo que a partir de entonces se tornaría rutina: salir al amparo de la oscuridad a acuchillar y robar todo el cobre posible de las bolsas de incautos paseantes.
Pero esa noche no hubo suerte, ya que los ánimos estaban caldeados y los campamentos tenían patrullas por toda la llanura, el coto de caza estaba inundado de enemigos. Tras unas cuantas escaramuzas nocturnas que dividieron a nuestra unidad, quedamos separados del capitán, del cabo y del sargento, por lo tanto decidimos volver al campamento, solo para encontrarnos con un golpe de estado perpetrado por una diosa del mar que odiaba la libertad y a nuestro Avatar. Unas furcias marinas campaban a sus anchas por el campamento, hiriendo a los seguidores del Avatar. Este nos pidió ayuda, pues la diosa confundía libertad con debilidad.

  Pero éramos españoles y nuestro acero pedía sangre, así que ignoramos aquel confuso rifirrafe y Don Ramón, mi gran amigo y compañero, y yo decidimos salir a cazar a las apestosas criaturas conocidas como Orcos a la llanura. De camino nos encontramos con la 3ª escuadra de la 1ª compañía de los tercios viejos, los cuales nos invitaron a marchar con ellos pues tenían la misma pretensión que nosotros. La fortuna hizo que de camino al campamento orco nos topáramos de lleno con un gran asedio. Al parecer miembros del campamento Azul asediaban el campamento del Caos como venganza a la afrenta que este había cometido en el círculo de rituales. No necesitábamos saber más. Al grito de “Santiago y cierra España” nos unimos al asedio.

  Ninguno de los contendientes que allí luchaban contaba con armas largas, así que nuestras picas y alabardas marcaron la diferencia. Marchamos al son del himno sagrado de los tercios en una columna de muerte, con las picas abajo, y el buen dios quiso darnos la victoria esa noche. El campamento azul y algunos de sus aliados habíamos tomado el campamento del Caos. Y ahora su  bandera era nuestra.

  Con los ánimos encendidos por la victoria, el tercio marchó hacia el campamento Orco, cantando, silbando, sonriendo ante la perspectiva de poder luchar contra las impías criaturas que nos esperaban tras las empalizadas del inmundo campamento. Ocho españoles dispuestos a morir esa noche formamos ante las puertas de los orcos y les instamos a salir. Un suicidio que disfrutaríamos con gusto. Pero aquellas cobardes criaturas no respondieron al desafío, y la pelea se zanjó con un combate singular entre el valiente hombre que nos capitaneaba y uno de los orcos más gigantescos que habíamos visto nunca. Cuando la pelea acabó, recogimos a nuestro maltrecho hombre que había luchado con valentía y dimos por acabada la noche.

  Pero malas noticias nos esperaban al llegar a nuestro campamento. Mientras estábamos fuera, el campamento Cobre nos había asediado y robado nuestra bandera, al parecer muy fácilmente, ya que eran pocos los soldados ingleses que custodiaban las murallas y por lo general las puertas del campamento de la Libertad permanecían abiertas. Esa noche nos fuimos a dormir con el agridulce sabor de una victoria seguida de una derrota. Al día siguiente nos vengaríamos con creces.

  Y así fue como al día siguiente nos vimos avocados en un sangriento asedio contra el campamento Cobre. Todas las compañías de los tercios desfilamos con nuestras armaduras y trajes, nuestros chalecos de cuero y nuestros sombreros emplumados. A pesar del calor sofocante formamos en perfecta línea de combate con las picas apuntando al cielo. Contábamos con poca ayuda de los campamentos aliados y muchos hombres caerían antes de poder derribar las puertas. Los arqueros de las torres nos lo ponían difícil, e incluso con nuestros cañones no podíamos llegar a derribar las puertas. Pero entonces el tercio cargó hacia una muerte segura y muchos cayeron a mí alrededor. Incluso yo salí malparado pues una flecha me atravesó el brazo. Tuve que salir arrastras de la formación y esperar a que un sanitario me ayudase. En nuestra compañía contábamos con una boticaria experta cirujana de campaña, y con un monje franciscano versado en la medicina y primeros auxilios. Me vendaron la herida y pude volver al combate, con tal mala suerte de que cuando estábamos a punto de entrar por las puertas derribadas, los campamentos aliados del Cobre abrieron sus puertas y nos flanquearon. Guerreros con armaduras completas y grades escudos cargaron contra nosotros. Nuestras alabardas los mantuvieron a raya unos momentos, pero la carencia de escudos entre nuestras filas empezó a pasarnos factura y hubo que retirarse.

  Y así pasaron las horas, asedio tras asedio y batallas. Muchas pérdidas en los diferentes bandos. El tercio español siempre a la cabeza de los contendientes del campamento Azul. Eso cuando no arreciaba tormenta y las peleas se apagaban. Entonces, vive Dios! todo se llenaba de barro y debíamos refugiarnos en la taberna. Allí cantábamos canciones, bebíamos el brebaje mágico de los piratas el “Tortuga libre”, que apagaba los sentidos y embotaba la mente. Allí hacíamos ofrendas a nuestro Avatar de la fiesta, y en nombre de la Libertad bebíamos. Así fue, bebiendo, como hicimos migas con una tripulación pirata muy especial, los Pirratas, una banda de hombres rata que nos acogió con gusto en su campamento y nombraron a nuestro cabo pirata honorifico de su banda. Ahora eran como nuestros hermanos, y bebiendo bajo la impía lluvia, pasamos las horas.

  Así fue como llegó la hora de la gran batalla final. Habíamos luchado con honor, habíamos recibido heridas por todo nuestro cuerpo. Habíamos asediado el campamento Rojo, uno de los más belicosos y difíciles de conquistar, sus hombres de armadura completa y sus arqueros nos habían costado muchas bajas. 

  Habíamos completado misiones de espionaje, habíamos capturado y trasladado los huevos del Dragón con éxito. Por las noches, junto al cocinero, el fraile y un mochilero, extraña banda, me había dedicado a acuchillar y robar a todo ser incauto que paseara por la llanura.

  Y así pasó una semana. Y llegó el día. El día en que todos los campamentos saldrían con sus hombres al campo de batalla y nos enfrentaríamos en una última gran batalla que decidiría por fin quien se sobreponía ante todos los demás en esa extraña tierra. Así, vistiendo nuestras mejores galas, con las picas en alto, desfilamos en formación, el tercio en columna, y mientras pasábamos ante las demás tropas del campamento, estos nos saludaban con respeto, nos vitoreaban, y nos gritaban “Tercios, Tercios!”. Sabían que éramos en único brazo armado y disciplinado del campamento Azul, sabían que éramos los más duros. Y nuestros enemigos también lo sabían.

  Pero no formamos solos, pues nuestros amigos los Piratas, agradecidos por nuestro rendimiento en batalla habían querido homenajearnos y habían creado una unidad especial que nos apoyaría en la batalla, la llamada “reserva de la reserva” y con estandarte propio marcharon junto al tercio. Así como un pelotón suicida de milicianos extranjeros que se lanzaban como perros hambrientos al enemigo y que lucían al pecho la cruz de borgoña del tercio.  Era un buen día para ser español.

  Ante nosotros se extendía todo un espectáculo multicolor. Todos los demás ejércitos marchaban a la batalla en formaciones, y podíamos ver ejércitos tan pintorescos y diferentes como legionarios romanos, orcos, elfos, tríbus de bárbaros pintados, magos, soldados de armadura completa, golems de piedra, e incluso obras de ingeniería que escapaban de todo entendimiento.
Unas 5000 personas se dieron cita en el campo de batalla. Ejércitos aliados contra sus enemigos mortales. El tercio formó frente al campamento verde y se le dio instrucciones de cargar contra los flancos del ejército enemigo. Formamos, nos miramos entre nosotros, Sabíamos que moriríamos aquel día pero lo haríamos luchando. “Es un honor luchar junto a vosotros” fueron las palabras que nos dedicábamos antes de cargar. Al grito de “Santiago y cierra España” los tercios cargamos. A unos 5 metros del enemigo, empezamos a cantar el himno: -“Oponiendo picas a caballos, enfrentando arcabuces a piqueros, con el alma unida por el mismo clero que la sangre corra protegiendo el reino. Hasta de borgoña flameando al viento, hijos de Santiago, grandes son los tercios…”

  Nos daba ánimos y asustaba y desconcertaba al enemigo. Con las picas abajo nuestras filas chocaron y cuando el enemigo reculaba nuestras filas se rompieron por culpa de una descarga de arqueros y ballesteros que cubría el flanco. Nos asaetearon sin piedad ya que no teníamos escudos para protegernos. Nos retiramos y nos volvimos a agrupar para cargar de nuevo. Las filas volvieron a chocar y comenzó el caos. Cuando ya los teníamos retrocediendo una carga de un ejército de orcos nos sorprendió por el flanco izquierdo. Así la formación se rompió y comenzaron los combates cuerpo a cuerpo y las peleas singulares. Con mi alabarda había conseguido llevarme a unos cuantos, pero una vez rota la formación la alabarda era practicante inútil. 

  Como no tenía espada, lo único que me restaba era la daga. Lance la pica al suelo y cargué contra las filas enemigas. Pude asestar un cuchillazo antes de que me derribaran a base de espadazos. Así concluyó para mí la última batalla.

  Destrozado, con golpes por todo el cuerpo me tendí sobre la yerba esperando la muerte. Solo esperaba que viniera antes nuestro fraile y me diera la extremaunción para estar en paz con Dios, aunque la Bula Papal que llevaba arrugada y cosida al sombrero ya me aseguraba la entrada al cielo, dudaba que ese documento me acreditara realmente. Pero no fue un cura lo que vino en mi auxilio, sino un sanitario de la milicia. Se arrodilló ante mí y empezó a hablar en su lengua hereje. Cerré los ojos y lo último que escuche fue 

“Victoria!”








Del final del viaje ni os hablo, pues cualquiera que haya ido a un viaje, a un rol en vivo, a un evento, o a unas jornadas, lo puede explicar igual y de la misma manera... ¡¡¡ JODIDO E INTERMINABLE VIAJE DE VUELTA !!!

CRÓNICA REALIZADA POR: RAFAEL GIMENO
FOTOGRAFÍAS: EXTRAÍDAS DEL ÁLBUM DE MARINA T.


1 comentarios:

Eva Kaos dijo...

Muy buenas! Soy una jugadora de rol de mesa que ha caído enamorada de este Rol.. Me parece increíble la cantidad de gente de todas partes que agrupa,y me gustaría saber dónde puedo recabar mas información.. Como participar,transfondo,funcionamiento,grupos en España ya constituidos.. He buscado mucho,pero he encontrado poca información en español.. Podrías recomiendarme donde buscar?

Publicar un comentario